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Hablemos hoy de la enemistad eterna entre el acero y el limón ¿vale?
Supongo que ya sabes que, durante siglos, se aliñaba el pescado con limón para enmascarar la posibilidad de que no estuviera del todo fresco, además de dotarlo de un sabor más interesante….
Hasta que se inventó el acero inoxidable en la década de 1920, el sabor del pescado regado con limón corría el riesgo de arruinarse por culpa del sabor acre metálico que dejaba la hoja metálica del cuchillo.

El ácido del limón reacciona con el acero, y deja un desagradable regusto metálico.
Un fenómeno químico que explica la producción de cubiertos específicos para pescado durante el siglo XIX (dichos cubiertos eran de plata, y sólo se lo podían permitir las personas más pudientes).
A diferencia de los cubiertos de acero, los de plata no reaccionaban al limón.

La opción que empleaban los que no se podían permitir la plata era usar un tenedor y un trozo de pan.
Cuando empezó a producirse en masa y a bajo coste, tras la Segunda Guerra Mundial, la cubertería de acero inoxidable democratizó el pescado, y mejoró también el sabor de muchas ensaladas….
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